La vida de sacrificio es costosa, pero nos une muy de lleno a Cristo: "El que quiera venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame..." (Mt. 16, 24; Mc. 8, 34). Seguir a Cristo con la cruz cuesta, pero santifica y nos hace eternamente felices. No seguirle es vergonzoso y nos hace eternamente desgraciados.
padre Manuel García Nieto S.J.
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