El sufrir cuesta, pero pasa, y el cielo que ganas con el sufrimiento es eterno y no acaba nunca. Eres más amado de Dios por sufrir y con el sufrimiento te unes y asemejas más a Cristo, y por eso amas también más a Dios. ¡Qué más deseas! ¡Cuántos bienes nos trae el sufrimiento, sabiéndolo llevar por amor a Cristo crucificado! Cuando Dios permite que un alma sufra mucho, es señal clara que desea hacer de ella un alma muy santa.
padre Manuel García Nieto S.J.
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