¡Qué dulce es morir como ha muerto vuestro queridísimo hijo! Varias veces le dije que le cambiaba la suerte, que se lo pidiera a Jesús; mas entusiasmado ya con la gloria que le esperaba, no quiso acceder... Cuando sentía las molestias de la enfermedad, le recordaba los dolores de Nuestro Divino Redentor en la cruz y el mucho cielo que estaba ganando, y con esto se animaba mucho... Le dije repetidas veces que no nos olvidara en el cielo. Me prometió que así lo haría, que de ningún modo nos olvidaría... Dichosos ustedes, hoy más que ayer, porque un hijo que tenían en la tierra ha ido a vivir en el cielo.
padre Manuel García Nieto S.J.
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