Conozco que no puedo ofrecer a Dios bocado más sabroso, ni bebida más regalada, que almas arrepentidas desde el púlpito y el confesionario. Jesús me convida a mí y me da en comida su cuerpo, y su sangre en bebida, y quiere que yo le convide con almas convertidas.
Conozco que es la comida de que más gusta, como dijo a los Apóstoles.
Para los reyes de la tierra se buscan frutos exquisitos, aunque cuesten algo de alcanzar. ¿Qué no debo hacer yo para el Rey celestial?
San Antonio María Claret
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