San Juan de la Cruz (Luz y Amor #24)

Oración de un alma enamorada:

¡Señor Dios, amado mío! Si todavía te acuerdas de mis pecados para no hacer lo que te estoy pidiendo, haz en ellos, Dios mío, tu voluntad, que es lo que yo más quiero, y ejercita tu bondad y misericordia y serás conocido en ello. Y si es que esperas a mis obras para por ese medio concederme mi ruego, dámelas tú y óbramelas tú, y las penas que tú quisieres que yo aceptase, y hágase así. Y si a las obras mías no esperas, ¿qué esperas, clementísimo Señor mío? ¿Por qué te tardas? Porque si, en fin, ha de ser gracia y misericordia la que en tu Hijo te pido, toma mi cornadillo [nota: moneda de muy bajo valor, el santo lo usa como sinónimo de "mi insignificancia", "mi poca importancia"], pues lo quieres, y dame este bien, pues que tú también lo quieres.

¿Quién se podrá librar de los modos y términos bajos si no le levantas tú hacia ti, en pureza de amor, Dios mío?

¿Cómo se levantará a ti el hombre engendrado y criado en bajezas, si no lo levantas tú, Señor, con la mano con la que le hiciste?

No me habrás de quitar, Dios mío, lo que una vez me diste en tu único Hijo Jesucristo, en el cual me diste todo lo que quiero; por eso me gozaré en que tú no tardarás, si yo te espero.

¿Con qué dilaciones esperas tú, alma, puesto que, desde luego, puedes amar a Dios en tu corazón?

Míos son los cielos y mía es la tierra; mías son las gentes, los justos son míos, y míos los pecadores; los ángeles son míos, y la Madre de Dios y todas las cosas son mías, y el mismo Dios es mío y para mí, porque Cristo es mío y todo para mí. Pues, ¿qué pides ya, qué buscas, alma mía? Tuyo es todo esto, y todo es para ti. No te pongas en menos ni repares en migajas que se caen de la mesa de tu padre. Sal fuera y gloríate en tu gloria, escóndete en ella y alégrate, y alcanzarás las peticiones de tu corazón.


San Juan de la Cruz



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